• Sangriento el sol corona la alta cumbre,
    y mustio, al despedirse de la tierra,
    se amortaja con sábanas de lumbre
    y expira como un dios tras de la sierra!

    La tarde entorna los cansados ojos,
    y al sucumbir, doliente y abrasada,
    cual sobre inmensos almohadones rojos,
    la cabeza reclina destrenzada.

    Y entonces Dios, enamorado de ella,
    desde...