• Al llegar la hora esperada
    en que de amarla me muera,
    que dejen una palmera
    sobre mi tumba plantada.

    Así cuando todo calle,
    en el olvido disuelto,
    recobrará el tronco esbelto
    la elegancia de su talle.

    En la copa, que su alteza
    doble con melancolía,
    se abatirá la sombría
    dulzura de su cabeza.

    Entregará con ternura...