• Cuando el campo está más solo
    y la casa, en paz, abierta,
    aparece por la puerta,
    muy sí señor, el chingolo.

    Viene en busca de una miga
    o una paja de la escoba,
    que, ciertamente, no roba,
    porque la gente es su amiga.

    Salta, confiado, al umbral
    y solicita permiso,
    con un gritito conciso,
    como pizca de cristal.