• No tanto el rico abono te insolente
    que hoy tan famosa te hace cual ya el oro,
    que no es eterno, oh patria, tal tesoro
    y su fin aceleras imprudente.

    De haberlo poseído vanamente
    te ha de quedar entonces el desdoro,
    y la miseria y el inútil lloro
    del que en hora tardía se arrepiente.

    Que, aunque mil fuentes de riqueza tienes,
    todas por...

  • Deslumbrando nuestra vista,
    compiten, finos, en ti,
    zafir, topacio, rubí,
    esmeralda y amatista.
    Y eres cuando al sol tus galas
    vas ostentando a porfía,
    pájaro de pedrería
    o viva joya con alas:
    Joya que, ricos cambiantes
    luciendo tornasolada,
    siempre es distinta, y en cada
    mudanza más bella que antes.
    De flor en flor...

  • Era la hora solemne del ocaso:
    y yo que el vagabundo paso lento
    iba moviendo pensativo, acaso,
    por donde un día alzábase el sangriento
    Sagrado Tribunal, detuve el paso
    al pie del majestuoso monumento
    que alzó mi patria al héroe sin segundo
    a quien debe ser libre nuestro mundo.
    Y cuando los atentos ojos hube
    padecido en él, clamé: «Si a la...

  • I

    En muda calma la ciudad reposa:
    y yo, de codos en tu vasto puente,
    miro brillar tu rápida corriente,
    que al mar se precipita bulliciosa,
    hoy del placer la taza deleitosa
    bebió de Lima la festiva gente,
    y yo la del dolor, que eternamente
    de hiel amarga para mí rebosa.
    Y ahora, Rímac, tu raudal sonoro
    su sueño arrulla bajo...

  • De mi suerte las iras
    seguir me niegan el vivir quieto
    que tus hermosas liras
    me pintan, y secreto
    es de mis ansias perennal objeto.
    ¡Cuánta ventura goza
    el morador de solitaria aldea!
    En su pajiza choza
    nada extraña o desea,
    ni hay verdadero bien que no posea.
    Con el alba serena,
    de las aves al cántico, madruga
    a la usada...

  • Ya cerraste los ojos que fueron
    tus estrellas, oh mísero esposo:
    ya escuchaste del labio amoroso
    ¡el postrero tiernísimo adiós!
    Y padeces, de aquélla privado
    que te fue tan leal compañera,
    los dolores que el alma sintiera,
    si partirla pudieran en dos.
    ¡Ay! ¡cuán mudas las solas estancias!
    ¡Ay! ¡cuán vasta la casa desierta!
    ¡De la...

  • (Del diario de un viajero americano)

    Y así con voz doliente
    interrogaba al ojo de los cielos
    el mísero viajero de Occidente:
    dime si miras desventura extrema
    en tantos astros, como aquí, reinar,
    si envuelve el Infortunio tu sistema
    y erige en todos su sangriento altar.
    Di, eterno viajador del firmamento,
    del universo fúlgido reló,...

  • Salve sin fin, oh tú de los planetas
    fúlgido diademado emperador,
    que a girar obedientes los sujetas
    de tu radiante trono en derredor.
    Y a Júpiter, Saturno, Venus, Marte,
    y a los demás que encadenó tu ley
    vida y luz tu largueza les reparte,
    cual a su corte poderoso rey.
    Y vasallos los rápidos cometas
    de tu dominio dilatado son,
    y en...

  • Glorioso te proclaman las auroras
    cuando naces, cual vástago imperial
    y enciendes con tus luces y coloras
    el dilatado pórtico oriental.
    Huye la fría lóbrega tiniebla,
    huye el sueño tu alegre rosicler,
    y el orbe todo de rumor se puebla
    de luz y de colores por do quier.
    Te ensalzan los ardientes mediodías,
    cuando desde el cenit abrasador...

  • ¡Mueres, excelso irradiador del día!
    Mas, como fue de rey tu nacimiento,
    ¡así en la majestad de tu agonía
    aún eres el señor del firmamento!
    Ardores pierdes y colores ganas,
    disco mayor, envejecido, muestras,
    y al fin concedes que un instante ufanas
    en ti se fijen las miradas nuestras.
    ¿Cuál en el labio sonará del hombre
    lengua feliz, tan...