• ¡Carne del asesino, maldita podredumbre
    que pende de las horcas en fúnebres racimos
    y muestra a las pupilas de ávida muchedumbre
    la malévola herencia que todos recibimos...!

    ¡Oh, carne de los mártires, Gloria in excelsis Deo,
    que de nuestro Rey Cristo son divinas cosechas!
    ¡Oh, labios siempre abiertos al consuelo de un Creo!
    ¡Divina vestidura...