• Nos sentamos orillas de los ríos
    que undosos riegan la ciudad de Belo,
    y a llorar nos pusimos sin consuelo
    al recordarte, idolatrada Sión:
    y de los tristes sauces lloradores
    que le dan sombra, en los pendientes ramos
    nuestras sonoras cítaras colgamos,
    que hiera el aura leve en triste son.
    Y cuando nuestros crudos opresores
    nos dijeron: «...

  • Nos sentamos orillas de los ríos
    que undosos riegan la ciudad de Belo,
    y a llorar nos pusimos sin consuelo
    al recordarte, idolatrada Sión:
    y de los tristes sauces lloradores
    que le dan sombra, en los pendientes ramos
    nuestras sonoras cítaras colgamos,
    que hiera el aura leve en triste son.
    Y cuando nuestros crudos opresores
    nos dijeron: «...