(traducción de Víctor Hugo)
A la orilla del mar me había dormido,
henchido el pecho de febriles ansias,
y la brisa del piélago salobre
vino a enjugar mis postrimeras lágrimas.
Abrí los ojos y miré hacia arriba,
porque creí que un ángel me besaba ;
tan tibio era el aliento de la brisa
y tan suave el murmullo de sus alas.
Y en vez del...