• Eres feliz, nevada consejera:
    tú conoces sus gracias virginales,
    y en tu seno amoroso
    se desata su rubia cabellera.
    Tú, que de sus pupilas celestiales
    bebes perlas tan claras como el día,
    y el néctar delicioso
    apuras de sus labios de ambrosía;
    tú, que velas su pecho enamorado,
    tú, que aspiras su aliento embalsamado,
    y sabes...