• ¡Oh, angustia de querer expresar lo inefable,
    cuando, ave prisionera, una emoción agita
    sus alas en la cárcel del verbo miserable,
    que no traduce en ritmos su dulzura infinita!

    ¡Ay, vale más el pájaro cuya garganta trina
    su amor y su dolor, que la lengua del hombre,
    cuya alma dolorosa lo infinito adivina,
    siente la Eternidad... y no sabe su nombre!...