• La Aurora.
    Yo le miré; cual húmedo rocío
    bañaba sus mejillas flébil llanto,
    el ¡ay! de la agonía era su canto,
    y su albor el pesar triste y sombrío.

    El Mediodía.
    Yo lo miré; inextinguible fuego
    su corazón y su alma devoraba;
    el rayo del dolor su faz surcaba.
    Mi luz era para él la luz del ciego.

    La Tarde.
    Yo le miré de...