• 11

    Te me mueres de casta y de sencilla:
    estoy convicto, amor, estoy confeso
    de que, raptor intrépido de un beso,
    yo te libé la flor de la mejilla.

    Yo te libé la flor de la mejilla,
    y desde aquella gloria, aquel suceso,
    tu mejilla, de escrúpulo y de peso,
    se te cae deshojada y amarilla.

    El fantasma del beso delincuente
    el...

  • 12

    Una querencia tengo por tu acento
    una apetencia por tu compañía
    y una dolencia de melancolía
    por la ausencia del aire de tu viento.

    Paciencia necesita mi tormento,
    urgencia de tu garza galanía,
    tu clemencia solar mi helado día,
    tu asistencia la herida en que lo cuento.

    ¡Ay querencia, dolencia y apetencia!:
    tus...

  • 13

    Mi corazón no puede con la carga
    de su amorosa y lóbrega tormenta
    y hasta mi lengua eleva la sangrienta
    especie clamorosa que lo embarga.

    Ya es corazón mi lengua lenta y larga,
    mi corazón y es lengua larga y lenta...
    ¿Quieres contar sus penas? Anda y cuenta
    los dulces granos de la arena amarga.

    Mi corazón no puede más de triste...

  • 14

    Silencio de metal triste y sonoro,
    espadas congregando con amores
    en el final de huesos destructores
    de la región volcánica del toro.

    Una humedad de femenino oro
    que olió puso en su sangre resplandores,
    y refugió un bramido entre las flores
    como un huracanado y vasto lloro.

    De amorosas y cálidas cornadas
    cubriendo está...

  • 15

    Me llamo barro aunque Miguel me llame.
    Barro es mi profesión y mi destino
    que mancha con su lengua cuanto lame.

    Soy un triste instrumento del camino.
    Soy una lengua dulcemente infame
    a los pies que idolatro desplegada.

    Como un nocturno buey de agua y barbecho
    que quiere ser criatura idolatrada,
    embisto a tus zapatos y a sus...

  • 16

    Si la sangre también, como el cabello,
    con el dolor y el tiempo encaneciera,
    mi sangre, roja hasta el carbunclo, fuera
    pálida hasta el temor y hasta el destello.

    Desde que me conozco me querello
    tanto de tanto andar de fiera en fiera
    sangre, y ya no es mi sangre una nevera
    porque la nieve no se ocupa de ello.

    Si el tiempo y el...

  • 17

    El toro sabe al fin de la corrida,
    donde prueba su chorro repentino,
    que el sabor de la muerte es el de un vino
    que el equilibrio impide de la vida.

    Respira corazones por la herida
    desde un gigante corazón vecino,
    y su vasto poder de piedra y pino
    cesa debilitado en la caída.

    Y como el toro tú, mi sangre astada,
    que el...

  • 18

    Ya de su creación, tal vez, alhaja
    algún sereno aparte campesino
    el algarrobo, el haya, el roble, el pino
    que ha de dar la materia de mi caja.

    Ya, tal vez, la combate y trabaja
    el talador con ímpetu asesino
    y, tal vez, por la cuesta del camino
    sangrando subre y resonando baja.

    Ya, tal vez, la reduce a geometría,
    a pliegos...

  • 19

    Yo sé que ver y oír a un triste enfada
    cuando se viene y va de la alegría
    como un mar meridiano a una bahía,
    a una región esquiva y desolada.

    Lo que he sufrido y nada todo es nada
    para lo que me queda todavía
    que sufrir, el rigor de esta agonía
    de andar de este cuchillo a aquella espada.

    Me callaré, me apartaré si puedo
    ...

  • 2

    ¿No cesará este rayo que me habita
    el corazón de exasperadas fieras
    y de fraguas coléricas y herreras
    donde el metal más fresco se marchita?

    ¿No cesará esta terca estalactita
    de cultivar sus duras cabelleras
    como espadas y rígidas hogueras
    hacia mi corazón que muge y grita?

    Este rayo ni cesa ni se agota:
    de mí mismo tomó...