• Te engañas, mi Dorila,
    si juzgas que rendido
    de amar sin esperanza
    se verá el pecho mío;
    que no, no es tan tirano,
    cual dicen, el Dios niño,
    y sabe aun con las ansias
    dar premios exquisitos.
    Son necios los amantes
    que llaman su dominio
    cruel, y que maldicen
    sus cadenas y grillos.
    Dorila, yo te adoro;
    y el ardor en...