Cuando la griega juventud volaba
al campo de la gloria,
y al macedón guerrero arrebataba
el sangriento laurel de la victoria:
¿quién a blandir la fulminante lanza
robusteció su brazo?
En el estrago de feroz matanza
¿quién su pecho alentó, quién, sino el fuego
del entusiasmo ardiente
que corrió en viva llama por sus venas,
cuando...
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Bastante tiempo, oh Rey, la refulgente
Antorcha de Himeneo ardiste en vano,
Y un sucesor al Trono inútilmente
Esperó de tres Reinas el Hispano.
Sí: salud a Cristina que esplendente
Vino a partir tu solio soberano;
Que ella es, Fernando, la que al Trono Ibero
Dos veces le asegura un heredero.