• Llego entre dos esbirros, que no dudan
    de que a un monstruo feroz guardan y aquietan.
    Gritos desgarradores me saludan
    y brazos epilépticos me aprietan.

    Suspenso en el umbral callo y vacilo.
    Alto y grueso blandón muestra y agrava
    con lampo incierto el espantable asilo.
    La llama teme al soplo, sesga y flava...
    ¡Pugna por arrancarse del pabilo...