• Sentado en una piedra del camino,
    y como presa de pesar tremendo,
    una tarde cantaba un peregrino
    una canción... que me quedó doliendo.

    Una canción que el alma me penetra
    como un escalofrío, una balada
    rebosante de hiel: triste es su letra,
    pero es mucho más triste su tonada.

    El sol iba a morir. Un rojo lampo
    de su luz, como un luengo...

  • Una inmensa agua gris, inmóvil, muerta,
    sobre un lúgubre páramo tendida;
    a trechos, de algas lívidas cubierta;
    ni un árbol, ni una flor, todo sin vida,
    ¡todo sin alma en la extensión desierta!

    Un punto blanco sobre el agua muda,
    sobre aquella agua de esplendor desnuda,
    se ve brillar en el confín lejano:
    es una garza inconsolable, viuda,
    ...

  • De cuando en cuando, un hálito de fuego,
    llega hasta mí y el corazón me abrasa;
    quema mi frente pensativa y pasa
    como un aroma por mis labios, luego.

    Pierde entonces mi espíritu el sosiego
    y huye de mí… los ámbitos traspasa
    y llega hasta la verja de tu casa
    donde escuché al partir… t‘último ruego!

    Aquel, «¡No me abandones!» que dijiste
    ...

  • ¿Me quieres?... ¡Que tu acento me lo diga
    ante aquel sol que muere en el ocaso!
    Tú, que mitigas mi pesar... ¡mitiga
    esta fiebre voraz en que me abraso!

    Tembló su labio y balbució: ¡Lo juro!

    Sus tachonadas puertas entreabría
    la muda noche en la extensión vacía:
    y en mi espíritu lóbrego y oscuro...
    en aquel mismo instante amanecía!

  • Cuando yo expire, a la empinada sierra
    transportad mi cadáver, y en la cumbre,
    no lo arrojéis debajo de la tierra,
    sino encima, del sol bajo la lumbre;

    donde me cante el impetuoso viento
    sus largos de profundis, y mi caja
    mortuoria sea un risco, el firmamento
    mi capilla y la nieve mi mortaja.

    En donde para honrar el mustio rastro
    ...

  • Lloró cuando la dije: adiós mi vida;
    y al través de las gotas de su llanto,
    sus inquietas pupilas parecían
    dos góndolas azules naufragando.

  • Sangriento el sol corona la alta cumbre,
    y mustio, al despedirse de la tierra,
    se amortaja con sábanas de lumbre
    y expira como un dios tras de la sierra!

    La tarde entorna los cansados ojos,
    y al sucumbir, doliente y abrasada,
    cual sobre inmensos almohadones rojos,
    la cabeza reclina destrenzada.

    Y entonces Dios, enamorado de ella,
    desde...

  • ¡Quién fuera mariposa!
    Flor del aire, luciente y fugitiva;
    envidio esa existencia temblorosa,
    que siempre en pago de la miel que liba,
    deja un polvo dë oro en cada rosa.

  • Trueno!... Enorme alarido
    de la negrura desgarrada, fiera
    voz del gran nubarrón, que, suspendido
    del azul, mancha la infinita esfera:
    Yo aplaudo tu estallido!

    Hijo del rayo torvo, d‘ese inicuo
    devastador que ciegamente mata
    con su visaje lúgubre y oblicuo
    cuando el ciclón su cólera desata:
    ¡Tu fragor me enajena y me arrebata!

    De...

  • Algo se muere en mí todos los días;
    la hora que se aleja me arrebata
    del tiempo en insonora catarata,
    salud, amor, ensueños y alegrías.

    Al evocar las ilusiones mías, pienso:
    «¡Yo, no soy yo!» ¿Por qué, insensata,
    la misma vida con su soplo mata
    mi antiguo ser, tras lentas agonías?

    Soy un extraño ante mis propios ojos,
    un nuevo soñador,...