• En tu melena, do la noche habita,
    temblaba una opulenta margarita
    como un astro fragante entre la sombra;
    de pronto, con tristeza,
    doblaste la cabeza
    y rodó la la alta flor sobre la alfombra.

    Sin verla, diste un paso
    y la flor destrozaste blandamente
    con tu escarpín de refulgente raso.

    Yo, que aquello miraba, de repente
    con...