• ¿Dónde corres, Cupido,
    a la luz de tus fuegos,
    seguido de tu madre
    tan alegre y contento?
    Para más bien, y llora:
    no todos son tus siervos;
    la joven que yo adoro
    se resiste a tu imperio.

    Deja ya ese arco flojo
    por el uso y el tiempo,
    ni tu dorada aljaba
    penda de tu hombro bello,
    y apaga de tu tea
    el ya lánguido...