Ibas con un pie pisando por la calle
y con el otro puesto quién sábe dónde.
Ibas con una mano tapándote la cara,
y con la otra saludando
olvidadamente.
Quien te vio morir, fuí yo.
Y me quedé triste.
Ah! pobre diablo.
Pobre triste.
Ibas con un pie pisando por la calle
y con el otro puesto quién sábe dónde.
Ibas con una mano tapándote la cara,
y con la otra saludando
olvidadamente.
Quien te vio morir, fuí yo.
Y me quedé triste.
Ah! pobre diablo.
Pobre triste.
Cuando voy por las calles
-sube y baja-
de esta Montevideo, madre creul,
cuando voy por sus calles,
algo me dice que estoy muerto.
Y muerto estoy.
¿Por qué si no, se rompen los espejos
cuando me miran,
cuando yo los miro?
Fuera locura pero hoy lo haría:
Atar un moño azul en cada árbol.
Ir con mi corazón de calle a calle.
Decirle a todos que les quiero mucho.
Subir a los pretiles,
gritarles que les quiero.
Fuera locura,
pero hoy lo haría.
Aquellos ojos que perdí una tarde,
andarán ojos siempre y jamás míos.
Me los llevó la brisa de la tarde
y aquella niña
-pollera azul y bata colorada-.
Sobre la colina estaba yo
y al pie,
mugió una vaca para el fin del mundo.
Ah! cómo hubiera muerto.
Aquella tarde se llevó mis ojos.
Volví a mi casa
bajo la niebla de la tarde triste.
Pasé por calles
junto a muros viejos.
Nadie lo vio
y mi corazón lloraba.
Mi corazón a veces se desviste.
Hermano,
bajo la niebla de la tarde triste,
desnuda vuestra alma;
que el corazón es viejo y sabio.
Y el corazón existe.
Así te quiero yo, mi camarada,
Navegando en el aire de la tierra.
Triste para morir;
muriendo triste, alegremente.
Que sepan los demás
qué alegre miedo,
qué temblor sin sollozos,
te acompañó para morir los días.
Y que muriendo,
tú viviste alegremente.
Triste, alegremente.
Aquel miedo, aquella idea:
"Los locos no descansan,
Ay mi madre, yo no duermo".
Aquella idea era locura.
Locura fue gran parte de mi vida.
¿Quién sabe que un día
mucho tiempo,
con dos trajes me vestía,
y que temblando de miedo
até a mi cuello,
aquella roja, gris, corbata mía?
Decidme hermanos
en qué caminos
y en qué tiempos,
podré llamaros sin angustias
y sin miedos,
de pie en la tarde
ya limpio y sin recelos,
ya hermanos siempre
sin ligazón de miedos.