• Cae la tarde quieta como un concierto
    de voces misteriosas. La pradera
    sobrecoge nuestra alma, cual si fuera
    un corazón piadoso que ha muerto.

    En tanto pensativo va el poeta
    por la humilde y sedienta carretera...
    Hace alto... se estremece; se dijera
    que alguna idea lúgubre le inquieta.

    Otea delirante la negrura
    que se alza hasta sus pies...