I
En verdad, tú no eres, mi bienamada,
Lo que Veuillot denomina una chiquilla.
El juego, el amor, la buena comida,
Hierven en ti, ¡viejo caldero!
Ya no eres más fresca, amada mía,
¡Mi vieja infanta! Y, empero,
Tus correrías insensatas
Te han dado este brillo abundante
De las cosas que, muy gastadas,
Todavía seducen.
Yo...