• Tenía una doncella muy bonita,

    llamada Mariquita,

    un viejo consejero

    que en ella por-entero,

    cuando se alborotaba

    su cansada persona, desaguaba

    con tal circunspección y tal paciencia

    como si a un pleito diese la sentencia.

    Era de este señor el escribiente

    un mozuelo entre frailes educado,

    como ellos suelen ser, rabicaliente...