Yéndose a confesar cierta criada,
muy joven, inocente y agraciada,
con un fraile jerónimo extremeño,
más bravío que toro navarreño,
le sucedió un percance vergonzoso
digno de ser sabido por chistoso.
Hizo su confesión la tal sirviente
como la hace cualquiera penitente,
con profunda humildad y abatimiento,
y pasó en blanco el sexto...