• Tú que piensas que no creo
    cuando argüímos los dos,
    no imaginas mi deseo,
    mi sed, mi hambre de Dios;

    ni has escuchado mi grito
    desesperante, que puebla
    la entraña de la tiniebla
    invocando al Infinito;

    ni ves a mi pensamiento,
    que empañado en producir
    ideal, suele sufrir
    torturas de alumbramiento.

    Si mi...