• Tú, que en la universal carnestolenda
    ostentas, bajo el rostro sonreído,
    mal pensamiento y corazón podrido:
    ven, descansa a la sombra de mi tienda;

    alégrate, sonríe, ten mi ofrenda
    de frescas pomas; sacia en mi florido
    huerto la sed del labio consumido
    por el cansancio de la dura senda.

    Bien sé que reposada tu fatiga
    en silencio te irás,...