• Azul... azul... azul estaba el cielo.
    El hálito quemaste del estío
    comenzaba a dorar el terciopelo
    del prado, en donde se remansa el río.

    A lo lejos, el humo de un bohío,
    tal de una novia el intocado velo,
    se alza hasta perderse en el vacío
    con un ondulante y silencioso vuelo.

    De pronto me dijiste: -El amor mío
    es puro y blando, así como...