Montada en la trasera de su mulo,
a una pobre aldehuela
llevaba un arriero a una mozuela,
la cual, con disimulo,
o por flato o por malos alimentos,
solía soltar envenenados vientos.
Iba estando el arriero sofocado
del mal olor, y díjola enfadado:
-Mira que cuando des en aflojarte
de esa suerte, no tienes que quejarte
si me...