¡Oh dulce Lanz! Mi juventud lozana
ya para siempre huyó, cual agostada
rosa, que brilla sólo una mañana.
Cerca está ya de mí la fatigada
corva vejez, de muerte precursora,
de achaques y quebrantos rodeada.
¿Dó estás, oh juventud? ¿Dónde está agora
de aquel semblante mío la frescura?
¿Dónde del claro Tormes la pastora