•  ¡Oh, tú, ingrata mujer, más hechicera
     que todas las mujeres!
     árbitra, dueña de mi «todo» eres:
     tu amor lo embelleciera,
     y tu desdén de abrojos lo circunda
     mi vida es mi «primera»;
     mi muerte, mi «segunda».
     Si la dulce «primera» no has de darme,
     con la «segunda» acaba de matarme;
     pues prefiero la muerte,
     al cruel martirio de...