• Estaba una señora desahuciada

    de esa fiebre malvada

    que, sin ser, según dicen, pestilente,

    se lleva al otro lado a mucha gente.

    Sus criados y amigos la asistían

    con celo cuidadoso,

    pues por tonto tenían

    de la dama al esposo

    y, así, de su dolencia

    nunca le confiaron la asistencia.

    Llególe, al parecer, la última hora

    a...