«¡Y te vas, hija del alma!
¡Y me dejas, Isabel!
¡Y mis súplicas no logran
tus pisadas detener!
¡Ah! recuerda que en mi seno
nueve meses te llevé,
padeciendo al darte al mundo
la congoja más crüel:
Que güié en su primer paso
tu indeciso débil...