Con motivo de la muerte de su hija Eufemia, niña de tres años

No desesperada, llores,
así de tu hija la muerte,
ni maldigas de la suerte
los aparentes rigores;
que, siempre que deja un niño
la dura región del suelo,
es porque le lleva al cielo...

¡Ah! nunca vienen las desdichas solas:
siempre la pena sucedió a la pena,
como del mar las incesantes olas,
cual los anillos de una gran cadena.
Flecha tras flecha la Desgracia vibra,
lazo ninguno su furor respeta,
y en el sensible corazón no hay fibra
...