Daba el reloj las doce... y eran doce
golpes de azada en tierra...
— ¡Mi hora! ...—grité. El silencio
me respondió: —No temas;
tú no verás caer la última gota
que en la clepsidra tiembla.
Dormirás muchas horas todavía
sobre la orilla vieja,
y...

Sonaba el reloj la una
dentro de mi cuarto. Era
triste la noche. La luna,
reluciente calavera,
ya del cenit declinando,
iba del ciprés del huerto
fríamente iluminando
el alto ramaje yerto.
Por la entreabierta ventana
llegaban a mis...