Anoche, mientras fijos tus ojos me miraban
y tus convulsas manos mis manos estrechaban,
tu tez palideció.
¿Qué hicieras -me dijiste- si en esta noche misma
tu luz se disipara, si se rompiera el prisma,
si me muriera yo?
¡Ah! deja las tristezas al nido abandonado,
las sombras a la noche, los dardos al soldado,
los cuervos al ciprés.
No...