• En el regazo de la tarde triste
    yo invoqué tu dolor... Sentirlo era
    ¡Sentirte el corazón! Palideciste
    hasta la voz, tus párpados de cera.

    Bajaron...y callaste...Pareciste
    oír pasar la muerte...Yo que abriera
    tu herida mordí en ella -¿Me sentiste?-
    ¡Como en el oro de un panal mordiera!

    Y exprimí más, traidora, dulcemente
    tu corazón herido...

  • Tú que, como una cuchillada,
    En mi corazón doliente has entrado;
    Tú que, fuerte como un tropel
    De demonios, llegas, loca y adornada,

    De mi espíritu humillado
    Haces tu lecho y tu imperio,
    —Infame a quien estoy ligado,
    Como el forzado a la cadena,

    Como al juego el jugador empedernido,
    Como a la botella el borracho,
    Como a los gusanos...

  • La mujer, entretanto, de su boca de fresa,
    Retorciéndose cual una serpiente sobre las brasas,
    Y estrujando sus pechos en la cárcel de su corsé,
    Dejó correr estas palabras impregnadas de almizcle:
    —"Yo, yo tengo los labios húmedos, y conozco la ciencia
    De perder en el fondo de un lecho la antigua conciencia.
    Yo enjugo todas las lágrimas sobre mis senos...