• No me admiró tu olvido! Aunque de un día,
    me admiró tu cariño mucho más;
    porque lo que hay en mí que vale algo
    eso... ¡ni lo pudiste sospechar!.

  • Si de nuestros agravios en un libro
    se escribiese la historia,
    y se borrase en nuestras almas cuanto
    se borrase en sus hojas;

    te quiero tanto aún; dejó en mi pecho
    tu amor huellas tan hondas,
    que sólo con que tú borrases una,
    ¡las borraba yo todas!

  • Antes que tú me moriré: escondido
    en las entrañas ya
    el hierro llevo con que abrió tu mano
    la ancha herida mortal.

    Antes que tú me moriré: y mi espíritu,
    en su empeño tenaz,
    sentándose a las puertas de la muerte,
    allí te esperará.

    Con las horas los días, con los días
    los años volarán,
    y a aquella puerta llamarás al cabo...
    ¿...

  • ¡Los suspiros son aire y van al aire!
    ¡Las lágrimas son agua y van al mar!
    Dime, mujer, cuando el amor se olvida
    ¿sabes tú adónde va?

  • ¿A qué me lo decís? Lo sé: es mudable,
    es altanera y vana y caprichosa;
    antes que el sentimiento de su alma,
    brotará el agua de la estéril roca.

    Sé que en su corazón, nido de sierpes,
    no hay una fibra que al amor responda;
    que es una estatua inanimada..., pero...

    ¡es tan hermosa!

  • Su mano entre mis manos,
    sus ojos en mis ojos,
    la amorosa cabeza
    apoyada en mi hombro,

    ¡Dios sabe cuántas veces,
    con paso perezoso,
    hemos vagado juntos
    bajo los altos olmos
    que de su casa prestan
    misterio y sombra al pórtico!
    Y ayer... un año apenas,
    pasando como un soplo
    con qué exquisita gracia
    con qué admirable...

  • Tú eras el huracán y yo la alta
    torre que desafía su poder:
    ¡tenías que estrellarte o que abatirme!
    ¡No pudo ser!

    Tú eras el océano y yo la enhiesta
    roca que firme aguarda su vaivén:
    ¡tenías que romperte o que arrancarme! ...
    ¡No pudo ser!

    Hermosa tú, yo altivo; acostumbrados
    el uno a arrollar, el otro a no ceder:
    la senda...

  • Cuando me lo contaron sentí el frío
    de una hoja de acero en las entrañas,
    me apoyé contra el muro, y un instante
    la conciencia perdí de donde estaba.

    Cayó sobre mi espíritu la noche,
    en ira y en piedad se anegó el alma,
    ¡Y entonces comprendí por qué se llora!
    ¡Y entonces comprendí por qué se mata!

    Pasó la nube de dolor..., con pena
    ...

  • Dejé la luz a un lado, y en el borde
    de la revuelta cama me senté,
    Mudo, sombrío, la pupila inmóvil
    clavada en la pared.

    ¿Qué tiempo estuve así? No sé: al dejarme
    la embriaguez horrible de dolor,
    expiraba la luz y en mis balcones
    reía el sol.

    Ni sé tampoco en tan terribles horas
    en qué pensaba o que pasó por mí;
    solo recuerdo que...

  • Como en un libro abierto
    leo de tus pupilas en el fondo;
    ¿a qué fingir el labio
    risas que se desmienten con los ojos?

    ¡Llora! No te avergüences
    de confesar que me quisiste un poco.
    ¡Llora! Nadie nos mira!
    Ya ves: soy un hombre... ¡y también lloro!


    ...