• Viejo Osiris! Llegué hasta la pared
    de enfrente de la vida.

    Y me parece. que he tenido siempre
    a la mano esta pared.

    Soy la sombra, el reverso: todo va
    bajo mis pasos de columna eterna.

    Nada e traído por las trenzas; todo
    fácil se vino a mí, como una herencia.

    Sardanápalo. Tal, botón eléctrico.
    de máquinas de sueño fue mi boca.

    ...

  • Lirismo de invierno, rumor de crespones,
    cuando ya se acerca la pronta partida;
    agoreras voces de tristes canciones
    que en la tarde rezan una despedida.

    Visión del entierro de mis ilusiones
    en la propia tumba de mortal herida.
    Caridad verónica de ignotas regiones,
    donde a precio de éter se pierde la vida.

    Cerca de la aurora partiré llorando;...

  • Aquella noche de setiembre, fuiste
    tan buena para mí... hasta dolerme!
    Yo no sé lo demás; y para eso,
    no debiste ser buena, no debiste.

    Aquella noche sollozaste al verme
    hermético y tirano, enfermo y triste.
    Yo no sé lo demás.. . y para eso
    yo no sé por qué fui triste..., tan triste...!

    Sólo esa noche de setiembre dulce,
    tuve a tus ojos...

  • Solía escribir con su dedo grande en el aire:
    «¡Viban los compañeros! Pedro Rojas»,
    de Miranda de Ebro, padre y hombre,
    marido y hombre, ferroviario y hombre,
    padre y más hombre. Pedro y sus dos muertes.

    Papel de viento, lo han matado: ¡pasa!
    Pluma de carne, lo han matado: ¡pasa!
    ¡Abisa a todos compañeros pronto!

    Palo en el que han colgado su...

  • I
    El puño labrador se aterciopela,
    y en cruz en cada labio se aperfila.
    Es fiesta! El ritmo del arado vuela;
    y es un chantre de bronce cada esquila.

    Afílase lo rudo. Habla escarcela...
    En las venas indígenas rutila
    un yaraví de sangre que se cuela
    en nostalgias de sol por la pupila.

    Las pallas,...

  • En esta noche mi reloj jadea
    junto a la sien oscurecida, como
    manzana de revólver que voltea
    bajo el gatillo sin hallar el plomo.

    La luna blanca, inmóvil, lagrimea,
    y es un ojo que apunta... Y siento cómo
    se acuña el gran Misterio en una idea
    hostil y ovoidea, en un bermejo plomo.

    Ah, mano que limita, que amenaza
    tras de todas las...

  • Verano, ya me voy. Y me dan pena
    las manitas sumisas de tus tardes.
    Llegas devotamente; llegas viejo;
    y ya no encontrarás en mi alma a nadie.

    Verano! y pasarás por mis balcones
    con gran rosario de amatistas y oros,
    como un obispo triste que llegara
    de lejos a buscar y bendecir
    los rotos aros de unos muertos novios.

    Verano, ya me voy....

  • Silencio. Aquí se ha hecho ya de noche,
    ya tras del cementerio se fue el sol;
    aquí se está llorando a mil pupilas:
    no vuelvas; ya murió mi corazón.
    Silencio. Aquí ya todo está vestido
    de dolor riguroso; y arde apenas,
    como un mal kerosene, esta pasión.

    Primavera vendrá. Cantarás «Eva»
    desde un minuto horizontal, desde un
    hornillo en que...

  • Hoy no ha venido nadie a preguntar;
    ni me han pedido en esta tarde nada.

    No he visto ni una flor de cementerio
    en tan alegre procesión de luces.
    Perdóname, Señor: qué poco he muerto!

    En esta tarde todos, todos pasan
    sin preguntarme ni pedirme nada.
    Y no sé qué se olvidan y se queda
    mal en mis manos, como cosa ajena.

    He salido a la...