Pedro Bonifacio Palacios

  • Velado por fulíginos elásticos de llamas,
    con galas y atavíos y aromas turbadores,
    de ignotos lares llega con áureas oriflamas,
    el príncipe verano, custodiado de amores.
    ¡Salud, príncipe indigno, laureolado de flores,
    guirnaldas y diademas os brindarán las...

  • Tu eres joven, como un lirio de los valles,
    que recién abre su cáliz,
    ¡que recién!
    los cendales candorosos de sus pétalos de seda
    suelta al viento de la aurora...
    ¡yo soy el trágico laurel!.
    Yo soy viejo, carcomido, lamentable,
    como un roble...

  • Agrupándose ligeras
    vienen nubes tenebrosas,
    y montañas espantosas
    en el cielo acongojado
    de sus senos, derramado
    como un colosal torrente,
    agua pura y transparente
    que moja el suelo enlutado.
    Cruza errante la centella
    cual tétrica...

  • I

    Al clásico del compás establecido
    para cantar las cosas soberanas:
    invocando al amor y al buen sentido,
    musas que deben ser hermanas:
    sin temer ni a la crítica del ruido
    ni a la pereza y cobardía humanas:
    voy a cantar...

  • Como al nacer el sol en el oriente
    los negros lomos de la tierra inflama,
    como Dios al mirar sobre los pueblos
    de ansias de lo mejor llena las almas
    en mis tinieblas
    casi macabras,
    como un rayo de sol fue tu sonrisa,
    fulguración de Dios fue tu...

  • Te argüirán, entre muecas desdeñosas,
    los nenitos, de Juan el carpintero:
    que sería más útil un obrero
    si ambas manos tuviese habilidosas".
    Y después de soltar tan graves cosas,
    como quien echa migas a un jilguero,
    te dirán: "que rosal y duraznero...

  • I

    Tú tienes, para mí, todo lo bello
    que cielo, tierra y corazón abarcan;
    la atracción estelar ¡de esas estrellas
    que atraen como tus lágrimas!;

    II

    La sinfonía sacra de los seres,
    los...

  • Siempre en la ida este fatal pasado,
    siempre el recuerdo de este amor conmigo,
    que debiera olvidar y no he olvidado,
    que quiero maldecir, ¡y no maldigo!...
    ¿Por qué en este viaje triste y desolado,
    que en mi existencia solitario sigo,
    siempre ha de ser...

  • Bajo la curva de la noche, fúnebre,
    sobre la arena del desierto, cálida,
    se conturba la mente del proscripto,
    su pie desnudo, vacilante, marcha;
    y allá en la curva fúnebre del cielo
    la estrella solitaria;
    y allá, sobre las cálidas arenas,
    ¡el...

  • I

    Quiero ser las dos niñas de tus ojos,
    las metálicas cuerdas de tu voz,
    el rubor de tu sien cuando meditas
    y el origen tenaz de tu rubor.
    Quiero ser esas manos invisibles
    que manejan por si la creación,
    y formar con tus...