Extravagante deidad, oscura como las noches,
Con perfume mezclado de almizcle y de habano,
Obra de algún obi, el Fausto de la sabana,
Hechicera con ijares de ébano, engendro de negras mediasnoches,
Yo prefiero a la constancia, al opio, a las noches,
El elixir de tu boca donde el amor se pavonea;
Cuando hacia ti mis deseos parten en caravana,
Tus ojos son la cisterna donde beben mis hastíos.
Por esos dos grandes ojos negros, tragaluces de tu alma,
¡Oh, demonio sin piedad! vierte sobre mí menos fuego;
Que no soy el Estigio para abrazarte nueve veces,
¡Ay! y no puedo, Megera libertina,
Para quebrar tu coraje y dejarte en las últimas,
En el infierno de tu lecho volverme Proserpina.