La oración es voz del alma,
Ya palabras lleve ó nó,
De una llama que arde oculta
Generosa vibración.
Un suspiro que se exhala,
Una lágrima de amor,
La mirada que elevamos
Cuando vemos solo á Dios.
De la fe vital aliento,
Familiar inspiración;
Lo primero, lo más dulce
Que el infante balbució.
Salvaguardia del que deja
Este valle de dolor;
Llave de oro que le abre
Serenísima región.
El clamor regocijado
Del que al vicio dijo adiós;
El incienso que en sus alas
Lleva el ángel al Señor.
En palabras, mente y obras
Los que ruegan úno son,
y en su gremio los iguala
El divino Redentor.
Y no es sólo de la tierra
La virtud de la oración;
Quien nos ama desde el cielo
Intercede allá por nós.
¡Oh Verdad, Camino y Yida,
Ejemplar de perfección!
¡Buen Jesús! á orar enseña
Al contrito pecador.
Cual rodando van los ríos
Hacia el mar, así veloz
Huye el tiempo, y yace el hombre
En letárgico sopor;
Yace el hombre, hasta que suene
La final trompeta, y ¡oh!
¡Cuál será el crujir del orbe!
¡Cuál la horrenda convulsión!
¡Guarda, guárdame, Dios mío,
Mientras pasa tu furor,
y á mis súplicas concede
La esperanza del perdón!