No sólo en yermo llano,
Ni allá en selvoso apartamiento esquivo,
El pensamiento humano
Puede á Dios contemplar presente y vivo;
Ni sólo oye su acento
Donde la onda retumba y silba el viento.
También aquí presente
Yo te adoro ¡Señor! aquí te miro,
Donde bulle la gente
Con vasta resonancia y vario giro
Entre muros, do ufana
Puso su sello audaz la industria humana.
Tu luz, vertida á mares
Del combo cielo, la ciudad inunda,
Penetra los hogares,
Espacio lleno de aire nos circunda;
Por ti el mar sus tributos
Nos da, y las costas sus preñados frutos.
Goza vital aliento
Tanto agrupado ser, y á ti lo debe;
Y el sordo movimiento
De inmensa multitud que habla y se mueve,
Tu alto poder proclama
Cual tormenta que zumba ó mar que brama.
Y á la hora del descanso,
Cual duerme la alta mar, cesa el tumulto;
Y aquel silencio manso,
Obra tuya también, te ofrece culto;
Tú, soberano dueño,
De la inerte ciudad guardas el sueño.
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