I
En mi pequeño huerto
Brilla la sonrosada margarita,
Tan fecunda y humilde,
Como agreste y sencilla.
Ella borda primores en el césped,
Y finge maravillas
Entre el fresco verdor de las praderas
Do proyectan sus sombras las encinas,
Y a orillas de la fuente y del arroyo
Que recorre en silencio las umbrías.
Y aun cuando el pie la huella, ella revive
Y vuelve a levantarse siempre limpia,
A semejanza de las almas blancas
Que en vano quiere ennegrecer la envidia.
II
Cuando llega diciembre y las lluvias abundan,
Ellas con las acacias tornan a florecer,
Tan puras y tan frescas y tan llenas de aroma
Como aquellas que un tiempo con fervor adoré.
¡Loca ilusión la mía es en verdad, bien loca
Cuando mi propia mano honda tumba les dio!
Y ya no son aquellas en cuyas hojas pálidas
Deposité mis besos..., ni yo la misma soy.