Ejemplar poético

Sobre el ingenio y arte disputaron Palas y el fiero hijo de la Muerte a quien del cielo por odioso echaron. La sabia diosa su razón convierte en decir que el ingenio sin el arte es ingenio sin arte cuando acierte. De estas dos causas seguiré la parte por do el ingenio inspira, el arte adiestra sin que de su propósito me aparte. Si admite la deidad sagrada vuestra, Fébeas cultoras de Helicón divino, comunicarse a la bajeza nuestra. Y adiestrándome vos por el camino de la vulgar rudeza desviado, a su brutez profana siempre indino, llegaré al punto en que veréis cantado lo que el Arte al ingenio perfecciona, y de quien es, si ha de acertar, guiado. Sujeto es que repuna y abandona de la mortal graveza la ignorancia, y con puros espíritus razona. Entre ellos hace dulce consonancia, de quien recibe el numeroso acento que lo adorna de afectos, y elegancia. Vos a quien Febo Apolo da su asiento y las Musas celebran en su canto y el vuestro escuchan con discurso atento; en mi temor que dificulta tanto la extraña empresa, y me promete cierto, la caída en el vuelo que levanto: por este perturbado mar incierto naufragando mi nave va a buscaros, pues sois mi norte, a que seáis su puerto. No va cargada -gran Fernando- a daros ricas piedras de Oriente, ni preciosos aromas, con que pueda regalaros. Dones son los que os lleva más gloriosos, de más estima, y de mayor riqueza para la eternidad más poderosos. De esta segura suerte la grandeza se adquiere con los números, que el vuelo cortan al tiempo en su mortal presteza. Estos, son los que igualan con el cielo los nombres, y así deben adornarse con esplendor cual su lustroso velo. De muchas cosas deben apartarse, y otras muchas seguir precisamente y por ley unas y otras observarse. El verso advierta el escritor prudente que ha de ser claro, fácil, numeroso de sonido, y espíritu excelente. Ha de ser figurado, y copioso de sentencias, y libre de dicciones que lo hagan humilde u escabroso. La elevación de voces y oraciones sublimes, muchas veces son viciosas y enflaquecen la fuerza a las razones. Vanse tras las palabras sonorosas la hinchazón del verso, y la dulzura, tras las sílabas llenas, y pomposas. Entienden que está en esto la segura felicidad y luz de la poesía y que sin esto es lo demás horrura, Si el verso consta sólo de armonía sonora, de razones levantadas, 65 ni fuerza a más, bien siguen esa vía. Mas si las cosas han de ser tratadas con puntual decoro del sujeto faltaran, de ese modo gobernadas. No explica bien el alma de un conceto el que se va tras el galano estilo a la dulzura del hablar sujeto. Ni el que del vulgo sigue el común hilo en término, y razones ordinarias cual en su ditirámbica Grecilo. Entrambas a dos cosas son contrarias a la buena poesía, en careciendo del medio, con las partes necesarias. Caerá en el mismo yerro el que escribiendo puramente en lenguaje castellano se sale de él por escribir horrendo. Cual ya dijo un poeta semi hispano el centimano Gigans que vibraba, que ni habló en romance, ni en romano. Otro que de elevado se elevaba dijo, el sonoro son y voz de Orfeo, en mi espíritu interno modulaba. Esta escabrosidad de estilo es feo, sin ingenio, y sin arte, que es la llave con que se abre el celestial museo. Ha de ser el poeta dulce, y grave, blando en significar sus sentimientos, afectuoso en ellos, y suave. Ha de ser de sublimes pensamientos, vano, elegante, terso, generoso, puro en la lengua, y propio en los acentos. Ha de tener ingenio y ser copioso, y este ingenio, con arte cultivallo, que no será sin ella fructuoso. Fruto dará, mas cual conviene dallo no puede ser, que ingenio falto de arte ha de faltar si quieren apretallo. No se puede negar que no es la parte más principal, y que sin arte vemos lo que Naturaleza le reparte. Y aunque es verdad que algunos conocemos que con su ingenio sólo han merecido nombre, lugar común les concedemos. Que el nombre de poeta no es debido sólo por hacer versos, ni el hacellos dará más, que el hacello conocido. Este renombre se le debe a aquellos que con erudición, dotrina, y ciencia les dan ornato que los hacen bellos. Vístenlos de dulzura y elocuencia, de varias y hermosas locuciones, libres de la vulgar impertinencia. Hablan por elegantes circuiciones, usan de las figuras convenientes que dan fuerza a exprimir sus intenciones. Los poetas que fueren diligentes observando la lengua en su pureza formarán voces nuevas de otras gentes. No a todos se concede esta grandeza de formar voces, sino a aquel que tiene excelente juicio, y agudeza. Aquel que en los estudios se entretiene y alcanza a discernir con su trabajo lo que a la lengua es propio, y le conviene. Cuál vocablo es común, y cuál es bajo, cuál voz dulce, cuál áspera, cuál dura, cuál camino es seguido, y cuál atajo: Este tiene licencia en paz segura de componer vocablos, y este puede enriquecer la lengua culta y pura. Finalmente, al que sabe, se concede poder en esto osar, poner la mano, y el que lo hace sin saber, excede. Por este modo fue el sermón romano enriquecido con las voces griegas, y peregrinas, cual lo vemos llano. Y si tú que lo ignoras, no te allegas a seguir esto, y porque a ti te admira lo menosprecias, y su efecto niegas, lo propio dice el Sabio de Stagira a quien Horacio imita doctamente en dulce, numerosa y alta lira. Si formaren dicción, es conveniente que sea tal de la oración el resto que autoridad le dé a la voz reciente. No se descuide en la advertencia de esto, y en cuáles son las letras con que suenan bien, y con cuáles mal lo que es compuesto. Vocablos propios muchos los condenan por simples, mas las voces trasladadas y ajenas, por dulcísimas resuenan. Voces antiguas hacen sublimadas con majestad y ser las oraciones, si las palabras son bien inventadas. La oración hacen grave las dicciones inusitadas, y serás loado si cuerdamente ordenas, y dispones. Una cosa encomienda más cuidado que en cualquiera sujeto que tratares siga siempre el estilo comenzado. Si fuera triste aquello que cantares que las palabras muestren la tristeza y los afectos digan los pesares. Si de Amor celebrares la aspereza, la impaciencia y furor de un ciego amante, de la mujer la ira y la crueza: este decoro has de llevar delante sin mezclar en sus rabias congojosas cosa que no sea de esto semejante. Si de cosas tratares deleitosas las razones es justo que lo sean; si de fieras, sean fieras y espantosas. Acomoda el estilo que en él vean las cosas que tratares tan al vivo que tu designo por verdad lo crean. Pinta al Satúrneo Júpiter esquivo contra el terrestre bando de Briareo y al soberbio Jayán, en vano altivo. Celosa a Juno, congojoso a Orfeo, hermosa a Hebe, lastimada a Ino, a Clito bello, y sin fe a Tereo. No estará la virtud en su divino trono entre el Ocio vil y Gula vana por ser lugar a su deidad indino. Ni la corona sacra de Ariadna esmaltada de formas celestiales estará bien ciñendo frente humana: estas partes son todas principales en el Arte, y si en ellas no se advierte errarán en las cosas esenciales. Y vendrá a sucederles de la suerte que en la lira una cuerda destemplada en disonancia las demás convierte. En la salud del hombre deseada una señal de muerte, en mil de vida, basta para que muera y sea acabada. Si la obra en que tienes consumida con largo estudio, y con vigilia eterna la mejor parte de tu edad florida; si abstinente de Baco, y de la tierna Venus, que los espíritus enciende y las almas destempla, y desgobierna: Si Apolo que te inspira, la defiende si le faltó la parte de inventiva de do el alma poética depende: no puede ufana alzar la frente altiva ni tú llamarte con soberbia Homero, si le hace la fábula que viva. De este yerro culparon al severo Scalígero, y de esto anduvo falto en su Arte Poética el primero. Castigo fue que vino de lo alto que él criticó al Obispo de Cremona y a él le dan por la inventiva asalto. Así el que aspira a la Febea corona observe la Poética imitante que es la vía a la cumbre de Helicona. Parte, ni fuerza tiene tan bastante, ni más vida, ni esencia, cuanto tiene de fábula, que en ella es lo importante. Después de saber esto le conviene al pierio Poeta usar bien de ello como no exceda al Arte, ni disuene. De tal modo es forzoso disponello que nadie inore, y sea a todos claro sin que la oscuridad prive entendello. Ha de ser nuevo en la invención y raro, en la historia admirable, y prodigioso en la fábula, y fácil el reparo. Ningún preceto hace ser forzoso el escribir verdad en la poesía, mas tenido en algunos por vicioso. La obra principal no es la que guía solamente a tratar de aquella parte que de decir verdad no ¡se desvía. Mas en saber fingilla de tal arte que sea verisímil, y llegada tan a razón, que de ella no se aparte. Nicandro en su Triaca celebrada dicen que no es poeta, y que Lucano no lo fue en su Farsalia laureada. Históricos los llama Quintiliano porque tanto a la Historia se llegaron. Poetas a Platón y Luciano. Estos que en sus poesías se apartaron de la inventiva son historiadores y poetas aquellos que inventaron. No se dan del Parnaso los honores por solo hacer versos, aunque hagan más que Favonio da a los Samios flores. Cuando se alarguen más, y satisfagan al común parecer, en careciendo de intención, con poco honor les pagan. Así, a los que este ingenio va encendiendo son metrificadores, no poetas cual fue Empedocles que lo fue siguiendo. Di tú, que a la invención no te sujetas y quieres que tu fama sea gloriosa, ¿sin ellas, cuáles obras hay perfetas? Di, ¿cómo será especie de otra cosa aquella que debajo no estuviere de su género? o ¿cómo provechosa? Cuando uno o más versos escribiere dando poemas cada día diversos, no es eso, lo que en esto se requiere. Menos hace un poeta en hacer versos, que en fingir, y fingiendo satisface, y no fingiendo cuando sean más tersos. Así, el que escribe al modo que le aplace sin sujetarse a reglas ni precetos, de estimación carece lo que hace. Los versos de esta suerte más perfetos son oro con alquimia, o sin quilates, que valen, pero poco entre discretos. No faltará quien llame disparates esto que voy diciendo, no entendido, ni tratado cual cumple que lo trates. Y será tu razón, si en el oído suenan bien, si la lengua es propia y pura, alto el conceto, el verso bien medido. Si de cualquier dición, común o dura, se aparta, y va esmaltado de sentencias y pone a cada paso una figura. Si en las imitaciones, y licencias poéticas, se hace lo posible, déjennos ya estas críticas sentencias. No tengas lo que digo por terrible, ni lo que tú respondes por seguro, ni a solo tu conceto por creíble, Cuando tú hables en lenguaje puro, cuando sea tu canto levantado, cuando huya el vulgar y frasis duro. ¿Qué piensas tú que importa ese cuidado si en lo que imitas perfección no guardas, hermosura en lenguaje, y verso ornado? ¿Qué piensas tú que importa, cuando ardas el corazón, y el alma, alambicando el cerebro, tras ver lo que no aguardas? Si en esas obras que te vas cansando ni enseñas, ni deleitas, que es oficio de los que siguen los que vas mostrando: luego, razón será imputarle a vicio al que de esto se aparta en su poesía aunque se sueñe a Febo el más propicio. En otro yerro incurre el que confía en adornar los versos de dicciones graves, dulces, que hagan armonía. Si por subir de punto las razones usa vocablos altos aplicados en tiempos diferentes, y ocasiones. Si los que son del tierno Aleman usados en la dulzura de la blanda lira, en la trompa de Homero son cantados. Ni bien con ellos cantarán la ira de Marte, ni de Amor los sentimientos si del curso debido se retira. A cada estilo apliquen sus acentos propios, a su propósito y decoro, no sólo tras la voz de los concentos. Febo se agrada y su piério coro que se use en la lírica terneza el verso dulce, fácil y sonoro. Y por el consiguiente a la grandeza heroica, aplica los vocablos fieros con que se sinifique su fiereza. Peregrinos vocablos, y extranjeros sirven a su propósito, y mezclallos permitido, es también con los íberos. Mas deben con tal orden aplicallos que su economía y su decoro sea en el nuevo idioma trasladallos. El que en este propósito desea alabanza, guardando los precetos junte al provecho aquello que recrea. Y tome solamente los sujetos a que su ingenio más se aficionare sin que en ellos violente los efetos. Vaya por donde el mismo le guiare sin torcer, ni hacelle repunancia que imposible será si no acertare. El ingenio da fuerza a la elegancia es la fuente, y el alma a -la inventiva, y sin él, todo hace disonancia. Mas importa advertir, que cuando esquiva un sujeto, que huyan de forzallo, que de acertar, formándolo, se priva. Cual acontece al marcial caballo revolver rehusando la carrera sin poder arte o fuerza gobernallo: Mas si el diestro jinete considera la causa oculta, y con mudalle el puesto hace lo que al apremio no hiciera. Claro tenemos el ejemplo de esto en el que hizo el «Sueño» a la viuda, y a Venus el jardín tan deshonesto. Que siempre fue su Musa tosca y muda, en no siendo lasciva y descompuesta, y en siendo obcena, fácil fue y aguda. Otra Musa siguió los pasos de ésta y de su mala inclinación el uso cual en sus torpes obras manifiesta; que ninguna de muchas que compuso de sujetos de ingenio y regalados dejó de dar molestia y ser confuso; y como fuesen versos aplicados a pullas, que era el centro de su ingenio, fue admirable y los versos extremados. Yo conocí un poeta cuyo genio se aplicó siempre a varios argumentos, y en especial a los que el dato Ennio. Astro no dio favor a sus intentos, ni jamás hizo cosa en que no viesen lánguidos versos, bajos pensamientos. Y como sus amigos le advirtiesen del bruto estilo, y zafia compostura, y los propios escritos lo dijesen: echó de ver que toda su escritura era sin arte y llena de rudeza, sin medida, ni buena contextura. Que las cosas comunes sin alteza en lugares sublimes colocaba, y las sublimes las ponía en bajeza. Que en los sagrados épicos usaba concetos ordinarios, inorando la majestad que en ellos demandaba. Que nos les iba a sus escritos dando hermosura con flores y figuras, que en variedad los fuesen esmaltando. Que las diciones ásperas y duras no supo corregir, y usando de ellas las nuevas ofuscó y dañó las puras. Sin alcanzar, después de no entendellas, consistir la ecelencia a la Poesía en variedad de elocuciones bellas. En esta congojosa fantasía su triste y laso espíritu rendido a mil perturbaciones le ofrecía. Lleno de confusión, entristecido, rompió el silencio, levantando al Cielo la voz diciendo, de dolor movido: ¡Oh, tú, Deidad que el tenebroso velo de la caliginosa sombra ahuyentas con luz divina, esclareciendo el suelo. ¡Oh, tú que los espíritus alientas y con tu influjo celestial inspiras las que en tu solio y a tu lado asientas: Y coronando de laurel sus liras, su gloria haces cual la tuya eterna, y hombres y orbes con su canto admiras. Si el mío tu sacro espíritu gobierna, si en mis escritos invoqué tu nombre, y en la dulzura de mi Musa tierna: dime, ¡ay de mí!, ¿por qué no hallo un hombre, ya que tú desdeñas de escucharme, que en oyendo mis versos no se asombre? ¿Dejo de trabajar, y fatigarme en el cómico y trágico argumento, y en las sátiras libres desvelarme? ¿Dejo de hacer notorio el sentimiento de mis ansias, en élegos llorosos, y en líricos suaves mí tormento? ¿Dejo de celebrar héroes famosos en verso heroico, a Marte consagrado, y en épicos, oráculos gloriosos? Si en esto, como sabes, he gastado mi alegre juventud, y en alabanza de dioses cien mil himnos he cantado, ¿por qué permites sin hacer mudanza que en tan infame abatimiento vea de mis largos trabajos la esperanza, y que no hay sabio ni hay vulgar que lea mis obras, que no vuelva el rostro dellas el que más las alaba y lisonjea? ¿Es justo así que sufra escarnecellas? ¿Es justo así ver yo menospreciallas? ¿Es justo así que dejes tú ofendellas? Si no es justo, y tú debes amparallas, como deidad suprema y retor suyo, acude, ¡oh, sacro Apolo!, a remediallas. Acude a este sufragáneo tuyo, acude, Apolo, a la infelice suerte en que en tan triste deshonor concluyo. Revélame algún arte con que acierte a hacerme estimar y ser de aquellos a quien tu aliento en otro ser convierte. Ya podiste sacar alguno dellos de oficios viles de alquilada gente, y preferir los cómicos más bellos. Y de un sueño podiste solamente hacer poeta al que guardaba cabras y que en tu coro junto a ti se asiente. Estas no son quimeras, ni palabras; cosas son pregonadas y sabidas que en tus divinas oficinas labras. Cosas son a ti Bolo concedidas, y a quien ofrezco humilde y congojoso estas húmidas lágrimas vertidas. Esto diciendo, le juntó un sabroso sueño los blancos párpados, quedando a su dulzor rendido con reposo. Y estuvo de esta suerte reposando lo que la oscura sombra cubrió el mundo, con Febo, según dijo, consultando. Y resultó de allí, que en su profundo sueño, le reveló el conocimiento de aquello en que su ingenio era fecundo. Sacudió el perezoso encogimiento que tenía sus nervios impedidos con la dulzura del netáreo aliento. Revolvió sus papeles conocidos de tantos años, con afanes tantos sustentados a fuerza y defendidos. Y dijo, ya no quiero más quebrantos en esta ceguedad, sirva el anillo de Ciges que deshaga estos encantos. El ingenio que supo mal regillo, arrebatado de él, cativo y ciego por tantos disparates, di en seguillo; ahora que a la sacra luz me llego estas obras que hice sin seguilla, contra mi natural, mueran en fuego. Sin más hablar, ¡oh, extraña maravilla! que un hombre así con su opinión casado poder tan fácilmente reducilla: Y cuanto tenía escrito y trabajado por este parecer que eligió solo sin dejar hoja, al fuego fue entregado. Y por acuerdo, cual decía, de Apolo siguió lo que en su ingenio le ditaba, y lo demás que le dañó, dejólo. Y de tal modo desde allí observaba las leyes de su ingenio, que ninguna por ocasión ni fuerza traspasaba. conociendo contraria su fortuna de lo que fue, huyó constantemente cuanto el ingenio con hastío repuna. dio en hacer coplas de plebeya gente sin majestad heroica ni artificio, en que su natural era ecelente. A Séneca dejó el lloroso oficio de la tragedia, a Plauto y a Cecilio de la vulgar comedia el ejercicio. Cantar las armas remitió a Virgilio, al de Ascra de Dioses -y labores, a quien dio Apolo celestial auxilio. La lírica dulzura y los amores a Horacio y a Tibulo, y al fogoso Juvenal murmurar vicios y honores. Y un argumento humilde, aunque gracioso, eligió, que su ingenio lo dispuso, en que ecedió al más alto y generoso, Libre del Caos que le traía confuso, cantó, en heroico plectro la ecelencia de la Tarasca, con ingenio infuso. Cantó su natural y descendencia, el origen, la causa, el fundamento de hacer en Sevilla su asistencia. Por qué sale en tal fiesta y con qué intento se le entregó a la gente que la tiene a su cargo, y dó fue su alojamiento. Esto vistió de cuanto en sí contiene un heroico poema, sin faltalle parte de cuantas observar conviene. De aquí nació seguille, y estimalle, y entre los más ilustres escritores la Tarascana nombre eterno dalle. Mereció conseguir estos honores porque siguió su ingenio y dejó aquello que fue ocasión de todos sus errores. Cherillo mereció de no hacello la poca estimación, y la memoria que en tal abatimiento fue a ponello. De la gloriosa Atenas la vitoria contra Jerjes cantó, de ingenio opreso y cómo, opreso así, le dio la gloria. Tenga el poeta en la memoria impreso esto, y con este ejemplo no se aparte de lo que tengo del ingenio expreso, quél es la forma y la materia el Arte.

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