De repente los ecos divinos
Que en el templo se apagaron,
Desde lejos de nuevo llamáronle
Con el poderoso encanto
Que del fondo del sepulcro
Hizo levantar a Lázaro.
Agitóse al oirlos su alma
Y volvió de su sueño letárgico
A la vida, como vuelve
A su patria el desterrado
Que ve al fin los lugares queridos,
Mas no a los seres amados.
Alma que has despertado
Vuelve a quedar dormida;
No es que aparece el alba,
Es que ya muere el día
Y te envía en su rayo postrero
La postrimera caricia.
Si al festín de los dioses llegas tarde,
Ya del néctar celeste
Que rebosó en las ánforas divinas
Sólo, alma triste, encontrarás las heces.
Mas aun así de su amargor dulcísimo
Conservarás tan íntimos recuerdos,
Que bastarán a consolar tus penas
De la vida en el áspero desierto.