Despedida de un indio

Adiós, madre, adiós, esposa,
hijos de mi vida, adiós;
¿Os volveré a ver? Lo sabe
tan solamente el Señor.
El corazón se me arranca,
y sin vida y alma estoy,
no por mí, más por vosotros,
prendas de mi corazón.
Mal haya la odiosa leva
que, al blanco ilustre color
respetando, prende solo
a la triste sucesión
de la gran gente que un día
estas tierras señoreó,
o al que arrancado a las playas
que abrasa africano sol,
con nosotros a ser vino
compañero de opresión!
¡A mis hogares me arranca
ella con violencia atroz,
y por homicidas armas
que jamás mi mano usó,
me hace trocar el arado
y la pacífica hoz!
Oh vos, Señor, que mirando
estáis, mi inmenso dolor,
vos que de los desvalidos
tierno común padre sois,
vele de lo alto del cielo
vuestra dulce compasión
sobre las prendas amadas
cuyo único amparo soy,
y a quienes pan y sustento
faltará, Señor, sin vos.
Si de la patria en defensa,
contra extranjera Nación,
a combatir nos llevaran,
¡cuán gozoso fuera yo!
nada me arredrara entonces
morir; celeste favor
antes juzgara mil vidas
perder de la patria en pro,
y con más vivo deseo,
con regocijo mayor
fuera entonces a la guerra
que a esperada fiesta voy.
¡Ah! ¡feliz, feliz mil veces
el soldado que peleó,
bajo el mando de Bolívar,
contra ejército español!
Entonces sí que se daba
empleo digno al valor;
pero sólo contra hermanos
a pelear vamos hoy,
y Peruanos con Peruanos,
sin sospechar la ocasión,
que nos matemos es fuerza
en bárbara lid feroz.
Mas ¿cómo sentir podré
ciego bélico furor,
si sé que en cada contrario
la muerte a un hermano doy?
¡No da, no, en contiendas tales
el triunfo satisfacción,
y tanto como al vencido
llorar cumple al vencedor,
porque fue a común patria
quien siempre las lamentó!
Y entretanto al extranjero,
a quien la fama veloz
va a contar nuestras discordias,
de regocijo le son,
si piensa que nuestras fuerzas
tesoros, gente, valor
estarán exhaustos, cuando
le dé la suerte ocasión
de invadir la moribunda
antigua tierra del Sol.

(1857)

Collection: 
1855

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